jueves, 3 de mayo de 2012

De Pedro Páramo a Jaime Romero

Vine a Arequipa porque me dijeron que acá vivía mi abuelo, un tal Jaime Romero. Mi abuela me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella falleciera. La abracé en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo no pude negarme. “No dejes de ir a visitarlo –me suplicó. Luce de este modo y este otro. Estoy segura de que te va agradar mucho.” Entonces no pude hacer otra cosa que decirle que así lo haría y se lo seguí diciendo hasta que ya no respiraba y me costaba separarme de su cuerpo muerto.

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