Un joven de 25 años se encontraba en su casa de Miraflores escribiendo un cuento para publicar en un libro. Eran las once de la noche y en la radio comenzaba la sinfonía de Maurice Ravel, Bolero, su melodía tranquila le daba inspiración; cuando, de repente, empezó un maullido que lo desconcentró. Era un gato que estaba en la azotea contigua a su casa. El pequeño animal no se callaba, el joven estaba cada vez más estresado y mientras su angustia crecía, también lo hacía la melodía de la sinfonía que estaba sonando en ese momento. En su desesperación, el chico le lanzó al gato el pisapapeles que le había dado su abuelo antes de morir y que significaba mucho para él. El gato se fue y cuando regresó a su libro, ya se había olvidado de lo que quería escribir. Apagó la radio pues la música ya no lo tranquilizaba y tenía un tono muy feliz para la situación en la que él se encontraba y como se sentía en ese momento; luego, se fue a dormir. A la mañana siguiente fue a la casa de su vecina para buscar el regalo de su abuelo pero no lo encontró.
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